lunes, junio 29, 2009

L'Ariégeoise Cyclosportive 2009

Un lugar fantástico al otro lado de los Pirineos

Allá por el mes de abril, cuando aún las nieves parecían no querer desaparecer del valle y las montañas de la zona sur de L'Ariège (zona central de los Pirineos franceses), el amigo Emilio me propuso apuntarnos a una marcha ciclista en Francia, llamada Arié
geoise Cyclosportive; tuve mis dudas, ya que el viaje era un poco largo y el idioma sería otro impedimento. Pero como los obstáculos están para saltárselos, no lo pensamos mucho y nos lanzamos.

El sábado 27/06 era la marcha, así que salimos en mi coche hacía Tarascon-sur-Ariège el viernes por la tarde para recoger con tiempo los dorsales y dejarlo todo preparado para salir al día siguiente sin prisas, ya que teníamos la casa en Vicdessos, a unos 15 km de la salida de la marcha.

Sobre las 20h, y una vez recogidos los dorsales y el maillot de recuerdo, empieza a lloviznar, así que nos vamos a un restaurante-pizzería del pueblo y comemos el menú "esportive", una gran plato de spaghetti a la boloñesa y algo de embutido. En esto que cenando, empieza a caer un chaparrón de esos de mojarse hasta las cejas, y empezamos a tener malas vibraciones... Por suerte las tormentas se suelen formar por las tardes en los Pirineos, así que aún teníamos esperanzas de que a la mañana siguiente el sol resplandeciese.

A las 6.15h suena la alarma del móvil y miramos por la ventana el cielo. Esta nublado y hace frío, aunque menuda noche hemos pasado de calor entre el edredón y la casa que era de madera. Desayunamos unos cereales, nos vestimos de romanos bien abrigados y a coger la 'flaca' para bajar por carretera 15 km hasta el lugar de la salida, Tarascon-sur-Ariège.

La bici de Emilio sufre un ruido que puede hacerse infernal durante la marcha, así que pregunta a uno que está sacando la bicicleta del coche, y mira tu por donde, resulta ser segoviano. Parece ser que el hombre va con la familia haciendo rutas de este tipo por Europa, menuda suerte.
A todo esto, ni que decir cabe, que todo lo que escuchábamos era francés, y un servidor no entiende nada. Suerte que Emilio se defiende bastante bien, porque sino, ni comemos ni dormimos, jejejeje. Una vez solucionado el problema del ruido, nos vamos a la salida donde unas dos mil personas esperan ansiosas el momento de marchar. Y al lado nuestro se nos coloca un biker de Montblanc (Tarragona), echamos la charla y nos comenta que ya ha hecho esta marcha ciclista unas cuantas veces, que era muy bonita, pero muy dura.

Se da la salida, y poco a poco la gente va saliendo sin prisa; saben que esto no es un sprint y hay que tomárselo con calma. Ya lo sabíamos, pero curiosamente la marcha pasa justamente por delante de la casa donde estábamos en Vicdessos, pero fuimos legales. Hasta ese punto (km 15) la gente iba bastante rápido, aún siendo un falso llano que picaba un poco hacía arriba. Nosotros intentábamos no descolgarnos del pelotón, pero era inevitable ya que se iba cortando la gente y no podíamos estar haciendo el esfuerzo de ir enganchando al personal.

Una vez pasada la casa donde pernoctamos, empieza la subida al puerto de Lers, de 11,5 km de distancia, con un desnivel positivo de unos 800 metros, una pendiente media del 7% y una máxima del 9,5%. Los primeros kilómetros se hacen duros, con fuertes pendientes donde hay que empezar a tirar de riñones. Emilio empieza a cogerme ventaja hasta que lo pierdo de vista. Más adelante, la carretera se suaviza e incluso hay algunos llanos donde poder recuperar y beber algo de agua. La carretera vuelve a ponerse cuesta arriba, pero ya no tanto como al principio. Voy despacio (6-7 km/h), bastante atrancado, y eso que llevo una corona de 27 piñones, pero intento no pasar de 180 pulsaciones ya que esto no ha hecho más que empezar.

Los último 3 km están señalizados, me imagino que para dar ánimos a los que van tocados. Poco antes de llegar un par de fotógrafos apostados a los lados de la carretera, inmortalizan el momento de coronar. Una vez arriba un cartel que decía: "Enhorabuena. Has ganado!". Por fin veo a Emilio que me espera arriba del puerto de Lers (1.517 metros), ya abrigado para bajar. Llevaba diez minutos esperándome. Pongo pie a tierra y hago lo mismo porque la bajada puede ser 'fresquita'. En la bajada, hay que andarse con cuidado porque hay tramos donde la bici se embala muchísimo y hay alguna que otra curva peligrosa, pero todas siempre bien señalizadas por la organización.

Una vez abajo, en la población de Massat (km 44), estuvo el primer avituallamiento sólido, con naranjas, plátanos, fuet, y una especie de barrita dulce que parecía una gominola. Después la carretera se suaviza y va llaneando subiendo un poco, y junto con Emilio formamos un pequeño pelotón del que tiramos hasta enlazar con otro más reducido y que finalmente será el que nos lleve hasta el inicio del ascenso del segundo puerto del día, el Col d'Agnes (1.570 metros). Justo antes de comenzar el puerto en la población de Aulus-Les-Bains (km 77) tenemos el segundo y último avituallamiento sólido (de líquidos había unos cuantos más). Descansamos y reponemos fuerzas ya que nos han comentado que es más duro que el anterior.

Y estaban en lo cierto, un puerto de primera categoría, de 10 km de longitud, con una pendiente media del 8% y una máxima del 10% (que por cierto subirán el 11 de julio en el Tour de Francia).
Unas rampas interminables, en las que no se veía el final de la carretera y con una pendiente que desanima a cualquiera. Empiezo junto a Emilio, pero se vuelve a escapar unos metros hasta que dejo de verlo. Sigo a mi ritmo y empiezo a divisar un panorama dantesco; la gente iba subiendo como a cámara lenta, a golpe de riñones y muchos eran los que ponían pie a tierra e iban andando por el asfalto. Intento que las pulsaciones no suban de 180, pero es inevitable, cuando me pongo de pie sobre la bici el corazón late más rápido y llego hasta los 195.

No quiero mirar mucho hacía arriba para no desanimarme porque a la velocidad que iba la cosa iba para largo y no llevaría ni la mitad recorrido. En esto que veo a Emilio andando por el margen derecho de la carretera. Le pregunto que le pasa y me dice que le han entrado rampas en las piernas. Le pregunto si quiere que me pare para ayudarle a estirar, pero me dice que no, que tirara hacia arriba y ya nos veríamos; así hago. Al contrario que en el anterior puerto de Lers, el Col d'Agnes no tiene ningún descanso, sólo en alguna curva podían las piernas coger algo más de aire. Empiezo a ver las señales de 3 km que indican que se acaba el puerto y el desnivel se vuelve más suave.

Arriba hay un avituallamiento de agua y mientras espero a Emilio, me abrigo, relleno los bidones y hago algunos estiramientos para relajar la musculatura. Veo pasar mucha gente hasta que por fin le veo montado en la bicicleta pero con una cara que es un panorama. Se baja destrozado, ya no sólo por las rampas en las piernas, sino porque se ha quedado vacío, lo que nosotros llamamos, una pájara, y se encuentra algo mareado. Estamos un rato parados esperando a ver si se recupera, le lleno el bidón de agua, y come alguna barrita (a falta de un buen bocata). Empezamos el descenso del puerto, y yo bajo detrás de él no sea que se vaya por donde no es... La bajada es corta, pero lenta, así que nos pasan por todos lados y a gran velocidad.

Enseguida empieza el tercer y último puerto, bueno realmente es el primer puerto (Lers) pero en sentido contrario y un poco menos de la mitad de largo, pero antes de empezar a subir Emilio se para porque no puede más; está sin fuerzas y necesita comer algo. Tenemos suerte porque justo al lado del lago de Lers, hay un bar donde le compro una Coca-Cola, y parece que le sienta bien. Empezamos a subir poco a poco, son 4 km, y estamos justos de gasolina. Una vez arriba, Emilio se lanza hacia abajo, y yo me paro para abrigarme, aunque ya no hacía tanto frío. Pensaba que en la bajada de 11 km le cogería, pero no pude alcanzarle; el refrigerio le sentó de maravilla.

Ya sólo nos faltaba 1 km hasta la meta en Auzat, el pueblo al lado de Vicdessos. Entramos juntos bajo el cartel y nos registran el tiempo con el chip que tenía el dorsal. Estamos cansados, pero contentos por haber acabado. Me muero de hambre, así que dejamos las bicis en un párking preparado por la organización. Hacemos la cola para recoger la bandeja de viandas y nos sentamos a la sombra cerca del río. Nos saludan unos murcianos comentando la dureza de la marcha, y hablamos con un madrileño que había hecho la Irati Extrem, y que se sentó con nosotros mientras comíamos. Cuando acabamos, recogimos las bicis del párking y para la casa que teníamos en a las afueras de Vicdessos a pegarnos una buena ducha.

Salida: 8.30h
Llegada: 14.50h
Distancia: 108 km
Desnivel +: 2375 m
V. media: 19,3 km/h
V. max: 62,7 km/h

Después salimos a estirar un poco las piernas, ver el ambiente de la carrera por los que faltaban por llegar, y también para buscar un lugar donde cenar. Al no haber nada interesante, decidimos coger el coche y volver a Tarascon al restaurante donde cenamos la noche anterior.

Una vez cenados, fuimos para casa, ya que estábamos muy cansados y la noche anterior no dormimos suficientemente bien. Además al día siguiente queríamos hacer una pequeña salida con la flaca hasta Foix y ver su "Château", pero eso, ya es otra historia...

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